Cuando faltar a clase es cuestión de vida o muerte

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El horizonte político de las protestas estudiantiles

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Si la escuela le enseñó algo a lxs estudiantes de hoy, es que quienes toman las decisiones en su nombre no siempre quieren lo mejor para ellxs. En el mundo al que están entrando -plagado de tremendas desigualdades, amenazado por la catástrofe climática, y quebrado por conflictos civiles- lo más importante que pueden aprender es cómo actuar colectivamente para defenderse entre sí. Es una habilidad que van a necesitar, más que cualquier prerrequisito o formación profesional.

En los viejos tiempos, solo los reclutadores militares le pedían a lxs jóvenes que estuvieran listos para sus vidas. Ërase una vez, que millones de jóvenes se negaban a enlistarse o quemaban sus cartas de conscripción. Hoy en día, a cada persona joven se le está pidiendo que arriesguen enfermarse o infectar a sus padres solo para ir a clase. Lxs estudiantes protestando hoy son los objetores de conciencia de ayer.

Todas las señales indican que mientras el siglo XXI avanza, la vida humana será tenida en cada vez menos estima. Muchas y diversas autoridades están tomando medidas para acostumbrarnos a la idea de que tenemos que aceptar bajas masivas como cuestiones de rutina. Los Republicanos abrazaron esta posición al comienzo de la pandemia (inglés). Habiendo esperado para asegurarse de no poner demasiada presión sobre la infraestructura sanitaria al principio, los centristas ahora están llegando a la misma postura. Si este no es el futuro que queremos, tenemos que marcar el camino hacia otra forma de vivir.

Las protestas estudiantiles están al frente de esta lucha.

Nota de traducción: varias partes del artículo refieren a la política sanitaria estadounidense; como es sabido, estas difieren mucho de las implementadas en otros lugares. Por otra parte, la principal medida de lucha que menciona el artículo (traducida por “huelga” o “conflicto”) es el walkout , que literalmente quiere decir “abandonar el lugar”. Es importante aclararlo porque, como tantas otras medidas de lucha, no tenemos un término equivalente en español.

Sí, por favor, interrumpan la economía

En las primeras semanas de la pandemia, lxs trabajadorxs, amenazadxs por el virus y furiosxs con la indiferencia de sus patrones, organizaron huelgas relámpago y abandonaron sus puestos de trabajo en todo Estados Unidos (inglés). Desde plantas automotrices y mataderos a call centers y galpones de Amazon, lxs empleadxs buscaron cambiar sus condiciones laborales inmediatamente, o las rechazaron de pleno. Cuando los críticos de derecha acusaron al gobierno federal de interrumpir la economía durante la pandemia, disimuló el impacto que millones de empleadxs de base han tenido por medio de la acción directa. Si no fuera por toda esa disrupción, es seguro que hubiera habido miles y miles de muertes más.

De igual manera, como hemos sostenido desde el principio, la solución para la privación económica que la pandemia ha intensificado no es menos disrupción, sino más acción directa… hasta e incluyendo la transformación total de las formas en las que los recursos son distribuidos en nuestra sociedad.

Hoy, lxs estudiantes están tomando la iniciativa, a medida que una ola de huelgas y paros se avecina alrededor de Estados Unidos (inglés). Con la variante omicrón impulsando las tasas de contagio a nuevas alturas sin precedentes, lxs jóvenes están negándose a dejar que los adultos decidan qué riesgos deben enfrentar.

Recuerden que el acceso de la gente joven a las vacunas puede ser limitado por sus padres; pueden no ser capaces de conseguir la protección que quienes hacen política asumen que deberían tener. Este es tan solo uno de los muchos ejemplos de cómo lxs estudiantes tienen, en todo sentido, menos control sobre sus condiciones cotidianas que la mayoría de lxs trabajadorxs. De forma similar, políticas de alcance escolar no tienen en cuenta a estudiantes que pueden tener familiares especialmente vulnerables en casa u otras buenas razones para decidir por sí mismxs qué nivel de riesgo están dispuestxs a tolerar.

Como anarquistas, siempre vamos a estar con lxs estudiantes cuando abandonan sus salones y con lxs trabajadorxs cuando abandonan sus puestos de trabajo. Queremos que todxs tengan condiciones más seguras con suficientes mascarillas, tests y espacio, pero sobre todo, creemos que lxs estudiantes, como lxs trabajadorxs, siempre deben ser quienes decidan dónde, cuándo, cómo y si van a estudiar o trabajar. La pandemia ha hecho mucho para agudizar las percepciones públicas de cómo funciona el poder, socavando las típicas excusas de por qué otros deberían tomar las decisiones por nosotrxs.

Lxs estudiantes en las primeras líneas hoy tienen mucho más que ganar que educación a distancia o salones más seguros.

La escuela en la era de la “Gran Renuncia”

No es coincidencia que acciones masivas que involucran a estudiantes rebeldes lleguen inmediatamente después de una pérdida generalizada de fe en el trabajo.

Años atrás, refiriéndonos a las secuelas de la crisis económica de 2008, escribimos:

La mayoría de las cosas que hacemos y creamos por dinero son patentemente irrelevantes para nuestra supervivencia… y para todo lo que le da sentido a la vida, además de eso.

El caos económico global de hoy ha hecho esto dolorosamente evidente. La otra cara de los hipocríticos festejos (inglés) a lxs “trabajadorxs esenciales”1 es la implicancia de que la mayoría de nosotrxs somos no esenciales. La mayoría de nosotrxs podría simplemente dejar de trabajar en los trabajos que teníamos en 2020 sin que eso tuviera efecto negativo alguno en el resto del mundo. Este es uno de los muchos factores que ha hecho a la gente más reticente a volver a trabajar, no ya en su trabajo sino en general.

Programas de apoyo mutuo, huertas comunitarias, huelgas de inquilinxs, acciones anti-desalojos, y más adelante (en un intento de atajar posibilidades más radicales) subsidios estatales, ayudaron a muchxs de nosotrxs a sobrevivir sin enfrentar el hambre o perder nuestros hogares, incluso cuando estuvimos desempleadxs. Ahora, los políticos y sus donantes corporativos están tratando de hacer que la gente vuelva a trabajar por la fuerza, recortando prestaciones o eliminando medidas sanitarias. Pero aún así no está funcionando. La oleada masiva de trabajadorxs renunciando a sus empleos, la llamada “Gran Renuncia”, muestra que las ideas de mucha gente sobre lo que es “esencial” es muy distinta de lo que valora “la economía”.

Si te gusta lo anti-trabajo, te va a encantar…

La nueva oleada de conflictos estudiantiles en 2022 nos muestra que algo similar está teniendo lugar en las escuelas. Para la mayoría de lxs estudiantes, la razón principal de las escuelas es la de encerrarlxs mientras sus padres están trabajando y amaestrarlos con suficiente disciplina para que cuando se gradúen (o abandonen), no lleguen tarde a sus trabajos de mierda en el rubro servicios.

La mayoría de las cosas que tenemos que saber hacer para prosperar en comunidades saludables ni siquiera está en la currícula de la mayoría de las escuelas. Lxs estudiantes rara vez aprenden a crecer su propia comida o defender ecosistemas, construir casas o reparar autos o resolver conflictos. La mayoría de lo que lxs estudiantes aprenden (cómo despertarse temprano, como ir de un lado a otro cuando suena la campana, como atravesar detectores de metal mientras lxs vigilan a través de cámaras de seguridad2) tiene más que ver con mantener a la gente bajo control que con ayudarlxs a florecer.

A pesar de todo el discursillo sobre lo importante que es la educación, resulta que la escuela no es “esencial” en absoluto, como el año pasado dejó lo suficientemente claro. Lo más esencial que tiene es cómo nos encauza hacia la economía, esa misma economía de la que lxs adultxs están tratando de desertar por montones. Qué sorpresa entonces, que lxs estudiantes estén en conflicto.

Una nueva fase de conflictos estudiantiles?

Estas huelgas y conflictos estudiantiles solo son el último capítulo de una historia de rebeldía juvenil que sigue en curso. Lxs jóvenes estuvieron al frente del alzamiento George Floyd en el verano de 20203. Dos años antes de eso, en 2018, lxs estudiantes efectuaron una serie de protestas y huelgas a lo largo del país en respuesta al tiroteo en Parkland, Florida.

Como dijimos entonces (inglés), lo importante nunca fue el “control de armas” o la “seguridad escolar”. El tirador de Parkland era un racista de los que usan gorros de MAGA que encarnaba la enfermedad en el corazón de los Estados Unidos, y su historia y cultura signadas por el supremacismo blanco. Los centristas trataron de usar la tragedia para aprobar más leyes de control de armas, que con seguridad serían usadas primeramente contra las mismas comunidades a las que la policía siempre apunta con más agresividad. Pero también es posible entender el tiroteo como otra manifestación de la misma violencia estructural que emplea la policía, no una anomalía que puede suprimirse con más “control” y “seguridad”.

La oleada de resistencia juvenil de principios de 2018 incluyó las acciones estudiantiles coordinadas de mayor calibre desde la cima del movimiento por los derechos civiles hace ya décadas. Uno de los aspectos más inspiradores del movimiento fue la forma en la que muchxs participantes superaron las usuales vías adultas para lograr cambios, a pesar de los esfuerzos de los adultos para re-encauzarlos en estas direcciones. Lxs estudiantes entraron en acción directamente, sin el permiso de profesorxs, padres, políticxs, la Asociación Nacional del Rifle, o nadie más.4

Es hora de dejar de depender de adultos que tienen tanto en juego en el sistema de poder americano para resolver los problemas que este genera. Es tiempo de que la gente joven se una y emprenda su propio camino.

  • “¿Control de armas? ¡No, liberación juvenil!” (inglés)

Podemos ver esto ocurriendo en los conflictos juveniles de hoy en respuesta al COVID-19. Mientras que los sindicatos docentes, alcaldes, grupos de padres y otros adultos pugnan por el control de políticas y relatos, la gente joven está tomando acción directa sin esperar qa que le den permiso. Mientras que la seguridad sanitaria es el principal foco de las protestas, lxs estudiantes en algunos distritos las están vinculando a otras problemáticas, desde represivas políticas anti-mochilas (inglés) que pretenden frenar los tiroteos, a la necesidad de laptops, medidas pro-salud mental, y proyectos de apoyo mutuo. Esto muestra una creciente inteligencia política, que se volverá una mayor amenaza al control desde arriba a medida que lxs estudiantes aprendan a blandir su poder para responder a más y más de las problemáticas que enfrentan.

Al abandonar sus salones en respuesta al tiroteo escolar, lxs estudiantes se responsabilizaron de poner el acento en la importancia de su propia seguridad, antes que dejarla en manos de expertos adultos, policías escolares o cabildantes de la NRA. Hoy, una vez más, lxs estudiantes liceales tienen razón en no permitir a ningún director o alcalde decidir por ellxs qué tipo de riesgos deberían estar preparadxs para asumir. En el proceso de organizar las huelgas, lxs estudiantes están aprendiendo competencias que les permitirían recuperar el poder sobre sus vidas, que les servirán en los meses y años venideros.

¿Pueden movimientos como este llevar realmente a cambios sociales masivos? En Chile, en 2019, estudiantes liceales comenzaron a protestar un pico en las tarifas del metro saltando torniquetes, abriendo las puertas y eventualmente destruyendo estaciones enteras. Esto se catalizó en protestas a escala nacional que paralizaron al gobierno por meses, logrando conquistar una nueva constitución e inspirando a movimientos similares alrededor del mundo.

¡No se subestimen, estudiantes!

“Momentáneamente sin tests”. Los que detentan el poder están esperando que nos acostumbremos a la idea de morir en mayores cantidades como una cuestión rutinaria.

Zoom no es la respuesta

Para decirlo con todas las letras, la respuesta no es simplemente volver a las clases por Zoom, ni siquiera desde la perspectiva de “reducción de daños”. Las clases a distancia y el aislamiento social han tenido profundas consecuencias negativas en la salud mental de los estudiantes, como también la penetración del trabajo en el hogar ha sido catastrófica para lxs trabajadorxs5.

Las clases a distancia han sido particularmente duras para lxs estudiantes más pobres, ensanchando la grieta económica que atraviesa el sistema educativo. En una sociedad profundamente desigual, la habilidad de unx estudiante de participar en la educación virtual está determinada por cuestiones de conectividad, disparidades tecnológicas (inglés) y el hecho de que para algunxs jóvenes, la casa no es un lugar seguro en primer lugar. Estudiantes con necesidades especiales son golpeadxs doblemente por todos estos factores.

Y sin embargo, esto apunta a una crisis mucho más profunda. Los Estados Unidos han venido reduciendo la inversión en infraestructura social desde hace ya varias décadas… especialmente en el sistema de educación pública, que ya en primer momento estaba lejos de existir con intenciones altruistas. La era en la que tener una buena educación garantizaba el ascenso social ha terminado hace tiempo, e incluso quienes más se benefician del actual sistema educativo tienen una actitud crecientemente cínica al respecto. En suma, lxs mismxs estudiantes que no reciben la ayuda que precisan en casa también la encuentran cada vez menos en la escuela.

Así que más que simplemente reclamar que lxs estudiantes se queden en casa hasta que esto termine, tenemos que hacernos una pregunta más amplia: ahora que la pandemia sacudió todo, ¿qué sería necesario para verdaderamente cubrir las necesidades intelectuales, sociales, emocionales y sanitarias de la juventud, más allá de la clase o la capacidad?

Idealmente, lxs estudiantes deberían formar sus propios proyectos de apoyo mutuo, autodefensa y autoeducación, a través de los cuales puedan empezar a aprender sobre y construir las cosas que les importan. Las huelgas pueden ser un paso en esta dirección. Esta propuesta no es tan rebuscada como parece: las subculturas del punk y el hip-hop de los últimos cuarenta años han sido esencialmente movimientos de educación juvenil autoorganizados que funcionaron con muy poco apoyo de instituciones externas.

No es suficiente retirarse del sistema educativo, especialmente si es a título individual. No va a deshacer las disparidades que existen hoy y no va a ayudar a lxs estudiantes más pobres o más necesitadxs. En cambio, podemos proyectar un motín colectivo, en el que estudiantes, docentes, acompañantes de estudiantes con necesidades especiales, y toda la otra gente que hoy conforma el dilapidado sistema educativo público, lo desertan juntxs, llevándose a todo y a todxs con ellxs. Necesitamos experimentar con qué puede significar la educación si no fuera simplemente un trampolín a la competencia neoliberal y una porqueriza para lo que Ebenezer Scrooge llama “la población excedente”. Atrevámonos a soñar con que un día, las huelgas se transformen en ocupaciones.

Los próximos pasos

Las reacciones contra las huelgas han salido de todas partes del espectro político. Junto con los previsibles ataques por derecha a la obligatoriedad de las mascarillas y la protesta en general, los Demócratas han tratado de aplastar el creciente movimiento para abandonar los salones en Chicago y más allá. Los obedientes medios progres han hecho su mejor esfuerzo para aclimatarnos a una mayor tolerancia al riesgo: una “nueva normalidad” que permita que las ganancias sigan llegando y las élites y los expertos sigan tomando las decisiones. Lxs padres obsesionados con las notas y la competencia están incluso obligando a estudiantes enfermxs a volver a clases, de acuerdo a una publicación de una estudiante de secundaria neoyorquina (inglés).

Podemos vincular las luchas en escuelas alrededor del país con las que ocurren en los lugares de trabajo. Imagina a baristas de Starbucks, y pizzerxs abandonando sus puestos para construir vínculos de solidaridad con estudiantes y profesorxs, encendiendo una ola de huelgas y disrupción económica que podría finalmente dar a la gente común verdadera munición contra las instituciones de nuestro tiempo.

En el siglo XXI, con robots reemplazando empleos por millones, refugiadxs atrapadxs en el umbral de fronteras militarizadas, y políticos de todos los colores diciéndonos que las ganancias importan más que las millones de muertes causadas por la pandemia y el cambio climático, nos están enseñando a creer que la vida vale poco. Siempre que las proyecciones predigan que las muertes se distribuirán entre categorías que la gente ya está preparada para sacrificar (personas mayores, inmunocomprometidas, discapacitadas, indocumentadas, apátridas, o encarceladas), se espera que tiremos los dados y les sigamos la corriente. Lxs estudiantes y trabajadorxs que rechazan sus papeles en esta obra están proponiendo una manera radicalmente diferente de definir qué hace a la seguridad en primer lugar.

Empleadxs de Amazon abandonando sus puestos en reclamo de mejores condiciones en el polo logístico de la empresa en Staten Island, Nueva York, el 30 de marzo de 2020. El cartel dice “Nuestra salud es igual de esencial” [que nuestro empleo]. La acción directa es la única forma de conseguir con qué negociar por nuestras vidas y seguridad.

Deslegitimemos a las instituciones, de juntas escolares a gobiernos municipales a cuarteles generales corporativos, que están intentando obligar a lxs estudiantes y trabajadorxs a volver a situaciones de riesgo. Vayamos más allá de protestar sus decisiones irresponsables para preguntar por qué es que esta gente puede tomar esas decisiones en primer lugar.

Lxs progresistas que siempre piden “dinero para empleos y educación” están olvidando lo esencial. La última cosa que la mayoría de lxs trabajadorxs quieren es más trabajos, al menos del tipo que existen hoy, y la última cosa que quieren lxs estudiantes es más escuelas, como estas existen hoy. Queremos vivir vidas libres entre la gente que amamos, tener acceso a los recursos que necesitamos, crear instituciones que nos conecten de formas significativas, desarrollar nuestro potencial bajo nuestras propias condiciones: esas son las cosas que nos resultan esenciales. Los trabajos y las escuelas son, a grandes rasgos, obstáculos para conseguirlo.

Como anarquistas, creemos que nadie está mejor calificadx que nosotrxs para determinar cómo deberíamos vivir nuestras vidas. Los conflictos y huelgas estudiantiles marcan el camino hacia un mundo profundamente diferente, uno en que todxs nosotrxs podemos elegir las condiciones en las que trabajamos, jugamos, aprendemos, y vivimos. No son solo nuestras muertes las que están en juego aquí; son también nuestras vidas, y cómo vamos a vivirlas. Lxs estudiantes abandonando sus escuelas merecen toda la solidaridad que podamos darles.


Para leer más

También recomendamos la cuenta de Twitter del Frente de Liberación Juvenil del Noroeste Pacífico estadounidense.

  1. La celebración de lxs “trabajadorxs esenciales” no llevó a cambios sustantivos en cómo estxs son pagadxs, tratadxs o protegidxs. Desde el punto de vista de “la economía” y quienes se identifican con ella, es el trabajo el que es esencial, no quienes lo llevan a cabo. 

  2. Recordamos a lxs lectorxs que, por la proliferación de tiroteos en escuelas, es la norma en los Estados Unidos que todas las escuelas tengan detectores de metal y guardias de seguridad (muchas veces policías) en la entrada. A nuestrxs lectorxs estadounidenses, les recordamos que esto no es lo normal, pero no por eso asuman que los dispositivos de vigilancia no alcanzan también nuestras escuelas… muchas veces empezando por lxs docentes. 

  3. Quien esté leyendo desde el hemisferio Sur, recuerde que el verano del Norte tiene lugar entre junio y setiembre. 

  4. la Asociación Nacional del Rifle (o NRA por sus siglas en inglés) es una organización “sin fines de lucro” infamemente reaccionaria, conocida por financiar a los sectores más retrógrados de la política estadounidense. 

  5. “Si alguna vez los patrones temieron que lxs empleadxs contrabandearan recursos del trabajo a sus hogares, ahora es el trabajo en sí el que se infiltra en nuestros hogares, reduciendo la distancia entre los dos significados de “ocupación”—empleo y anexión— convirtiendo el dormitorio en una fábrica de alienación en estado puro, sin apenas un producto físico que lo demuestre.”. - Lo que el trabajo nos roba