En marzo de 2011 estallaron protestas en Siria contra el dictador Bachar el Asad. Asad dirigió toda la capacidad de las fuerzas armadas en contra del movimiento revolucionario que nació de las protestas; sin embargo después de un tiempo, pareció posible que este movimiento pudiera derrocar a su gobierno. Luego intervino Vladimir Putin, lo que permitió a Asad permanecer en el poder a cambio de un tremendo costo en vidas humanas y aseguró un punto de apoyo para el poder ruso en la región. En el siguiente texto, un colectivo de exiliados sirios y sus camaradas analizan cómo su experiencia en la revolución siria puede informar a quienes quieran apoyar la resistencia a la invasión en Ucrania y la lucha del movimiento anti-guerra en Rusia.
Se ha enfocado tanto la atención sobre Ucrania y Rusia el mes pasado que es fácil perder de vista el contexto global de estos eventos. El siguiente texto ofrece una valiosa reflexión sobre el imperialismo, la solidaridad internacional y llaves de comprensión de los matices entre luchas complejas y contradictorias.
Diez lecciones de Siria
Sabemos lo difícil que puede ser posicionarse en un momento como éste. Entre la unanimidad ideológica de los principales medios de comunicación y las voces que difunden sin escrúpulos la propaganda del Kremlin, puede resultar complicado decidir a quién escuchar. Entre una OTAN con las manos sucias y un régimen ruso villano, ya no sabemos a quién combatir y a quién apoyar.
Como partícipes y simpatizantes de la Revolución siria, queremos defender una tercera opción, ofreciendo un punto de vista basado en las lecciones de más de diez años de levantamiento y de guerra en Siria.
Dejemos algo claro desde un principio: hoy todavía defendemos la rebelión en Siria en cuanto que se trata de un levantamiento popular, democrático y emancipador, y especialmente los comités de coordinación así como los consejos locales de la revolución. Aunque muchas personas lo hayan olvidado, mantenemos que ni las atrocidades y la propaganda de Bachar el Asad ni las de los yihadistas pueden silenciar esta voz.
En lo que sigue, no pretendemos comparar lo que está sucediendo en Siria con la situación ucraniana. Si bien estas dos guerras comenzaron con una revolución, y si uno de los agresores es el mismo, las situaciones siguen siendo muy diferentes. Basándonos más bien en lo que aprendimos de la revolución en Siria y luego de la guerra que siguió, esperamos ofrecer unos puntos de partida y ayudar a quienes sinceramente defienden los principios emancipadores a resolver el problema de cómo posicionarse.
1. Escucha las voces de quiénes están inmediatamente impactados por los eventos.
En lugar de los expertos en geopolítica, deberíamos escuchar las voces de quienes vivieron la revolución de 2014 y pasaron por la guerra; deberíamos escuchar a aquellos que han sufrido bajo la férula de Putin en Rusia y en otros lugares durante veinte años. Te invitamos a favorecer las voces de personas y organizaciones que defienden los principios de la democracia directa, el feminismo y el igualitarismo desde ése contexto. Comprender su posición en Ucrania así como sus demandas hacia los que están fuera te ayudará a hacerte una opinión personal informada.
De haber adoptado este enfoque respecto a Siria habría promovido, y tal vez apoyado, los impresionantes y prometedores experimentos de autogestión que florecieron en todo el país. Asimismo, escuchando las voces venidas de Ucrania recordamos que todas estas tensiones comenzaron con el levantamiento del Maidán. Por imperfecto o “impuro” que sea, no cometamos el error de reducir el levantamiento popular ucraniano a un conflicto de intereses entre grandes potencias, como algunos lo hicieron intencionadamente para oscurecer la revolución siria.
2: Ojo con la geopolítica de sobremesa.
Sin duda es conveniente comprender los intereses económicos, diplomáticos y militares de las grandes potencias; sin embargo, contentarse con un marco geopolítico abstracto de la situación puede dejarnos con una comprensión abstracta y desconectada del terreno. Este método de entendimiento tiende a ocultar a los protagonistas ordinarios del conflicto, aquellos que se nos parecen, aquellos con los que podemos identificarnos. Sobre todo, no lo olvidemos: lo que sucederá es que la gente sufrirá a causa de decisiones tomadas por gobernantes que ven el mundo como si fuera un tablero de ajedrez, como una reserva de recursos destinados a ser saqueados. Ésta es la forma como los opresores ven el mundo. Los pueblos nunca deberían adoptarla, deberían empeñarse en construir puentes entre ellos, en encontrar intereses comunes.
Esto no significa que deberíamos desconsiderar la estrategia, pero sí significa elaborar estrategias bajo nuestros propios conceptos, a una escala en la que podamos tomar medidas nosotros mismos -no se trata de debatir sobre si mover las divisiones de tanques o reducir las importaciones de gas. Consulta nuestras propuestas concretas al final del artículo para más información.
3: No aceptes distinciones entre “buenas” y “malas” personas exiliadas.
Quedemos claros : aunque lejos de ser idónea, la recepción de refugiados sirios en Europa fue a menudo más acogedora que la recepción ofrecida a refugiados del África subsahariana, por ejemplo. Las imágenes de refugiados negros rechazados en la frontera entre Ucrania y Polonia así como los comentarios en los medios corporativos presentando favorablemente la llegada de refugiados ucranianos de “alta calidad” en comparación con los bárbaros sirios son la prueba de un racismo europeo cada vez más desinhibido. Defendemos una acogida incondicional para los ucranianos.
4: No confíes en los medios corporativos.
Si, como en el caso de Siria, pretenden abrazar motivaciones humanistas y progresistas, la mayoría de estos medios tienden a limitarse a un retrato victimista y despolitizado de los ucranianos tanto del terreno como del exilio. Tan sólo se les da la oportunidad de hablar de casos individuales, de personas huyendo, del miedo a las bombas, etc. Aquello impide que los espectadores perciban a los ucranianos como actores políticos de pleno derecho capaces de expresar opiniones o análisis políticos sobre la situación de su propio país. De lo mismo, estos medios tienden a promover una posición caricaturalmente pro-occidental sin matices, sin profundidad histórica ni indagación a propósito de los intereses impulsores de los gobiernos occidentales, los cuales se presentan como defensores de la bondad, de la libertad y de una democracia liberal idealizada.
5. No presentes a los países occidentales como el eje del bien.
Aunque no estén invadiendo Ucrania directamente, no seamos ingenuos a propósito de la OTAN ni de los países occidentales. Debemos negarnos a presentarlos como los defensores del “mundo libre”. Recordemos, Occidente ha construido su poder sobre el colonialismo, el imperialismo, la opresión y el saqueo de la riqueza de cientos de pueblos en todo el mundo, y continúan todos estos procesos en la actualidad.
Considerando el siglo XXI solamente, no olvidemos los desastres provocados por las invasiones de Irak y Afganistán. Más recientemente, durante las revoluciones árabes de 2011, en lugar de apoyar las corrientes democráticas y progresistas, Occidente se preocupó principalmente por mantener su dominación e intereses económicos. Paralelamente, continúa vendiendo armas y manteniendo relaciones privilegiadas con las dictaduras árabes y las monarquías del Golfo. Con su intervención en Libia, Francia añadió la vergonzosa mentira de una guerra motivada por razones económicas disfrazada en voluntad de apoyar la lucha por la democracia.
Además de esta responsabilidad internacional, la situación interna de estos países continúa deteriorándose a medida que se intensifican el autoritarismo, la vigilancia, la desigualdad y, sobre todo, el racismo.
Si hoy creemos que el régimen de Putin representa una amenaza mayor para la autodeterminación de los pueblos, no es porque los países occidentales se hayan vuelto de repente “amables”, sino porque las potencias occidentales ya no tienen tantos recursos para mantener su dominación y hegemonía. Pero seguimos prudentes acerca de esta hipótesis, porque si Putin es derrotado por los países occidentales, aquello contribuirá a darles más poder.
Por lo tanto, aconsejamos a los ucranianos que no cuenten con la “comunidad internacional” ni con las Naciones Unidas las cuales, como en el caso de Siria, se muestran llamativamente hipócritas e incitan a la gente a creer en quimeras.
6: ¡Lucha contra todos los imperialismos!
“Campismo” es la palabra que usamos para describir una doctrina de otra época. Durante la Guerra Fría, los partidarios de este dogma sostenían que lo más importante era apoyar a toda costa a la URSS contra los Estados capitalistas e imperialistas. Esta doctrina perdura hoy en la parte de la izquierda radical que apoya a la Rusia de Putin en la invasión de Ucrania o que relativiza la guerra en curso. Como lo hizo respecto a Siria, esta izquierda se vale del argumento de que el régimen ruso o sirio encarna la lucha contra el imperialismo occidental y atlantista [es decir, pro-OTAN]. Desafortunadamente, este antiimperialismo maniqueo, que es puramente abstracto, se niega a ver el imperialismo existente en los actores no occidentales.
Sin embargo, es necesario reconocer lo que han estado haciendo los regímenes ruso, chino e incluso iraní durante años. Han estado extendiendo su dominación política y económica en ciertas regiones despojando a las poblaciones locales de su autodeterminación. Los campistas podrán emplear la palabra que mejor les suene para describir estos hechos, por si la de “imperialismo” les parece inadecuado, pero nunca admitiremos excusa alguna que justifique el uso de la violencia y de la dominación en contra de las poblaciones en nombre de la precisión pseudo-teórica.
Peor aún, esta posición anima a dicha “izquierda” a difundir la propaganda de los regímenes susodichos hasta el punto de negar atrocidades bien documentadas. Se habla de “golpe de Estado” al describir el levantamiento del Maidán o se niegan los crímenes de guerra perpetrados por el ejército ruso en Siria. Esta izquierda ha ido tan lejos que incluso niega el uso de gas sarín por parte del régimen de Asad, impulsada para difundir estas mentiras por la desconfianza (muchas veces comprensible) hacia los principales medios de comunicación.
Esta actitud es despreciable e irresponsable, pues consideramos que el aumento del conspiracionismo nunca puede promover una posición emancipadora sino más bien la extrema derecha y el racismo. En el caso de la guerra de Ucrania, estos antiimperialistas imbéciles, dentro de los cuales algunos se proclaman antifascistas a pesar de todo, son los aliados circunstanciales de gran parte de la extrema derecha.
En el caso de Siria, entusiasmada por fantasías supremacistas y sueños de cruzada contra el Islam, la extrema derecha ya defendió a Putin y al régimen sirio por sus supuestas acciones contra el yihadismo, sin entender nunca la responsabilidad que tenía el régimen de Asad en el ascenso de los yihadistas en Siria.
7: No atribuyas igual responsabilidad a Ucrania y a Rusia.
En Ucrania, todos conocen la identidad del agresor. Si la ofensiva de Putin es en cierto modo una respuesta a las presiones de la OTAN, es sobre todo la continuación de una ofensiva imperial y contrarrevolucionaria. Después de invadir Crimea, después de haber ayudado a hundir los levantamientos en Siria (2015-2022), Bielorrusia (2020), y Kazajstán (2022), Vladimir Putin no puede ahora tolerar este viento de protesta —ilustrado por el derrocamiento del presidente prorruso cuando el levantamiento del Maidán— dentro de los países bajo su influencia. Quiere aplastar cualquier deseo emancipador que pueda debilitar su poder.
Tampoco en Siria queda la duda de quién es el responsable directo de la guerra. El régimen sirio de Bachar el Asad, al ordenar a la policía que dispare, encarcele y torture a los manifestantes desde los primeros días de la protesta, decidió unilateralmente emprender una guerra contra la población. Desearíamos que aquellos que defienden la libertad y la igualdad fueran unánimes y se pronunciaran contra todo dictador que hace la guerra al pueblo. Hubiera sido de nuestro agrado que así sucediera en el caso de Siria.
Si entendemos y nos sumamos al llamado a terminar con la guerra, insistimos en que debamos hacerlo sin evocar ambigüedad alguna en cuanto a la identidad del agresor. Ni en Ucrania ni en Siria ni en ningún otro lugar del mundo se puede culpar a la gente común por tomar las armas con el fin de defender su propia vida y la de sus familias.
En términos más generales, aconsejamos a las personas que no saben lo que es vivir bajo una dictadura (incluso si los países occidentales se están volviendo más abiertamente autoritarios), o lo que significa ser bombardeado, que se abstengan de decirles a los ucranianos, como ha pasado ya que algunos les digan a los sirios u hongkoneses: es inútil pedir ayuda a Occidente o desear la democracia liberal o representativa como sistema político mínimo. Muchas de aquellas gentes ya tienen claras las imperfecciones de estos sistemas políticos, pero su prioridad no es mantener una posición política irreprochable, sino sobrevivir a los bombardeos del día siguiente, o no parar en un país en el que una palabra descuidada pueda llevarte a veinte años en la cárcel. Empecinarse en este tipo de discurso purista demuestra un empeño en imponer el análisis teórico de uno a un contexto que no es el adecuado. Esta actitud revela una auténtica desconexión del terreno y un tipo de privilegio muy occidental.
En cambio, escuchemos las palabras de los camaradas ucranianos que dijeron, haciéndose eco de Mijaíl Bakunin, “Creemos firmemente que la república más imperfecta es mil veces mejor que la monarquía más ilustrada”.
8: Comprende que la sociedad ucraniana, como la siria o la francesa, está atravesada por diferentes corrientes.
Estamos familiarizados con el procedimiento usado por un dirigente que consiste en designar una amenaza grave para asustar a los partidarios potenciales. Esto incluye la retórica sobre el “terrorismo islamista” que utilizó Bachar el Asad desde los primeros días de la revolución en Siria; de la misma manera, hoy, está el “nazismo” y el “ultranacionalismo” que Putin y sus aliados han esgrimido para justificar su invasión a Ucrania.
Si, por un lado, reconocemos que esta propaganda es deliberadamente exagerada y que no debemos aceptarla tal cual, por otro lado, nuestra experiencia en Siria nos anima a no subestimar las corrientes reaccionarias dentro de los movimientos populares.
En Ucrania, los nacionalistas locales, incluidos los fascistas, desempeñaron un papel importante en las protestas del Maidán y en la guerra posterior contra Rusia. Es más, al igual que el Batallón Azov, se beneficiaron de esta experiencia hasta el punto de convertirse en componente oficial del ejército regular de Ucrania. Sin embargo, esto no significa que la mayoría de la sociedad ucraniana sea ultranacionalista o fascista. La extrema derecha solo obtuvo el 4% de los votos en las últimas elecciones; el presidente ucraniano, judío y rusohablante, fue elegido por un 73%.
En la revuelta en Siria, los yihadistas eran actores marginales en un principio, pero fueron adquiriendo una importancia creciente, en parte gracias al apoyo externo, lo que les permitió imponerse militarmente en detrimento del movimiento civil y de los actores más progresistas. En cualquier parte, la extrema derecha constituye una amenaza para las democracias y las revoluciones sociales; ésto es lo que se da sin duda hoy en Francia. En este país, esta misma extrema derecha intentó imponerse cuando los chalecos amarillos. Si fue derrotada entonces, fue gracias a la presencia de posturas igualitarias y a la determinación de activistas antiautoritarios y antifascistas, no gracias a las críticas de seudo-expertos.
Ten por seguro que defender la resistencia popular (tanto en Ucrania como en Rusia) frente a la invasión rusa tampoco significa ser ingenuo respecto al régimen político surgido del Maidán. Es falso afirmar que la caída de Yanukóvich desembocó en una expansión real de la democracia directa o en el desarrollo de la sociedad igualitaria que nosotros deseamos para Siria, Rusia, Francia y el mundo entero. Usando una expresión que nos es familiar, activistas ucranianos suelen llamar al post-Maidán la “revolución robada”. Además de otorgar un lugar importante a los ultranacionalistas, observamos que el régimen ucraniano fue restablecido por oligarcas y otras gentes más bien interesadas por defender sus propios intereses económicos y políticos y por el desarrollo de un modelo de desigualdad capitalista y neoliberal. De lo mismo, aunque nuestro conocimiento sobre este tema siga siendo limitado, nos cuesta creer que el régimen ucraniano no tenga ninguna responsabilidad en el agravamiento de las tensiones con las regiones separatistas de Donbás.
En Siria, los revolucionarios involucrados en el terreno tienen todo el derecho de criticar ferozmente las decisiones de la oposición política hoy en día establecida en Estambul. Todavía lamentamos su decisión de no tener en cuenta las demandas legítimas de minorías como la kurda.
Un régimen neoliberal y componentes fascistas son elementos que se encuentran en todas las democracias occidentales. Aunque no se deba subestimar a estos enemigos de la emancipación, no es razón suficiente para no defender la resistencia popular frente a la invasión. Al contrario, como nos hubiera ayudado que algunos lo hicieran durante la revolución siria, te apelamos a apoyar las corrientes autogestionadas más progresistas dentro de la resistencia.
9. Apoya la resistencia popular en Ucrania y en Rusia.
Como lo han demostrado las revoluciones árabes, los chalecos amarillos y el Maidán, los levantamientos del siglo XXI no serán ideológicamente “puros”. Si bien entendemos que es más cómodo y estimulante identificarse con actores poderosos (y victoriosos), no debemos traicionar nuestros principios fundamentales. Invitamos a la izquierda radical a que se quite los viejos anteojos conceptuales para confrontar sus posiciones teóricas con la realidad. Estas posiciones deben ajustarse de acuerdo a la realidad, no al revés.
Por estas razones, en el caso ucraniano, llamamos a la gente a que favorezca el apoyo a las iniciativas procediendo de la base: las iniciativas de autodefensa y autogestión que actualmente están floreciendo. A menudo, suele pasar que descubrimos personas organizándose de tal manera que defienden concepciones radicales de democracia y justicia social aunque no se definan a sí-mismas como “izquierdistas” o “progresistas”.
También, como lo han dicho muchos activistas rusos, creemos que un levantamiento popular en Rusia podría ayudar a terminar con la guerra como ya pasó en 1905 y 1917. Al considerar la magnitud de la represión en Rusia desde que comenzó la guerra —más de diez mil manifestantes encarcelados, censura de los medios, bloqueo de las redes sociales y quizá pronto de todo el Internet— se abre camino la esperanza de que una revolución pudiera conducir a la caída del régimen. Esto finalmente acabaría, de una vez por todas, con los crímenes de Putin en Rusia, Ucrania, Siria y otros lugares.
También se da el caso en Siria donde, tras la internacionalización del conflicto, en vez de irritarnos de los pueblos iraní, ruso o libanés, considerar el levantamiento posible de estos pueblos podría al contrario darnos de nuevo la esperanza en la posibilidad de que Bachar el Asad caiga.
Del mismo modo, queremos ver levantamientos radicales y desarrollos radicales de democracia, justicia e igualdad en los Estados Unidos, Francia y en cualquier otro país dónde el poder político está basado en la opresión de otros pueblos o de una parte de su propia población.
10. Construye un nuevo internacionalismo desde abajo.
Si bien nos oponemos radicalmente a todos los imperialismos y todas las formas modernas de fascismo, creemos que no podemos únicamente limitarnos a las posturas antiimperialistas o antifascistas. Por mucho que sirvan para explicar varios contextos, también encierran el riesgo de limitar la lucha revolucionaria a una visión negativa, reduciéndola a la reacción, a la resistencia permanente sin camino a seguir.
Creemos que sigue siendo fundamental hacer una propuesta positiva y constructiva como pudo serlo el internacionalismo. Esto significa relacionar levantamientos y luchas por la igualdad en todo el mundo.
Existe una tercera opción además de la OTAN y de Putin: el internacionalismo desde abajo. Hoy, un internacionalismo revolucionario debe llamar a la gente del mundo entero a defender la resistencia popular en Ucrania, de la misma manera que debe llamarla a apoyar a los consejos locales sirios, los comités de resistencia en Sudán, las asambleas territoriales en Chile, las rotondas de los chalecos amarillos, y la intifada palestina.
Desde luego, vivimos a la sombra de un internacionalismo obrero —apoyado por Estados, partidos, sindicatos y grandes organizaciones— que supo pesar durante los conflictos internacionales en la España de 1936 y, posteriormente, en Vietnam y Palestina a lo largo de los años 60 y 70.
Hoy día, en todas partes del mundo, desde Siria hasta Francia, desde Ucrania hasta los Estados Unidos, carecemos de fuerzas emancipadoras a gran escala dotadas de bases materiales sustanciales. Mientras esperamos el surgimiento, como en Chile parece estar ocurriendo, de nuevas organizaciones revolucionarias basadas en iniciativas locales auto-gestionadas, defendemos un internacionalismo que apoye los levantamientos populares y acoja a todos los exiliados. Animados por este afán, estamos igualmente preparando el terreno para un retorno real al internacionalismo que, así lo esperamos, constituirá un día próximo y de nuevo un camino alternativo distinto a los modelos de las democracias capitalistas occidentales así como al autoritarismo capitalista, ya sea ruso o chino.
Esta idea que movía nuestro quehacer en Siria hubiera ciertamente ayudado a la revolución para mantener un color democrático e igualitario. Y porqué no, tal vez hubiera podido contribuir a lograr la victoria. Así pues, no sólo somos internacionalistas por principio ético sino también por consecuencia de la estrategia revolucionaria. Defendemos, por tanto, la necesidad de crear vínculos y alianzas entre fuerzas autogestionadas que trabajen para la emancipación de todos y todas sin distinción.
Ésto es lo que llamamos internacionalismo desde abajo, el internacionalismo de los pueblos.
Posiciones que proponemos acerca de la invasión rusa de Ucrania
- Expresar total apoyo a la resistencia popular ucraniana contra la invasión rusa.
- Priorizar el apoyo a los grupos autogestionados que defienden posiciones emancipadoras en Ucrania a través de donaciones, ayuda humanitaria y difusión de sus demandas.
- Apoyar a las fuerzas progresistas contra la guerra y el régimen en Rusia, dar a conocer sus posiciones.
- Alojar a las personas exiliadas originarias de Ucrania y organizar eventos e infraestructuras que permitan a sus voces ser escuchadas.
- Combatir todo discurso pro-Putin, especialmente de izquierda. La guerra de Ucrania ofrece una oportunidad crucial para acabar definitivamente con el campismo y la masculinidad tóxica.
- Combatir el discurso ideológico pro-OTAN.
- Rechazar el apoyo a aquellos que en Ucrania y en otros lugares defienden políticas ultranacionalistas, xenófobas y racistas.
- Crítica permanente y desconfianza hacia las acciones de la OTAN en Ucrania y en otros lugares.
- Mantener la presión sobre los gobiernos a través de manifestaciones, acciones directas, pancartas, foros, peticiones y otros medios con el fin de que se cumplan las demandas de los actores autogestionados en el terreno.
Desgraciadamente, esto no es mucho, pero es todo lo que podemos ofrecer mientras no haya una fuerza autónoma aquí o en otra parte que luche por la igualdad y la emancipación y que esté en capacidad de brindar apoyo económico, político o militar.
Esperamos sinceramente que, esta vez, estas posiciones triunfen. Si esto pasara, estaríamos profundamente felices, pero nunca olvidaremos que no fue para nada el caso en Siria, y que no lo fuera le costó muy caro.
—La Cantine Syrienne de Montreuil and L’équipe des Peuples Veulent
@@@
Fuentes y lecturas adicionales
Los siguientes textos informaron este artículo u ofrecen útiles puntos de partida.
Voices of Resistance in Ukraine and Russia
- The Kyiv Declaration: Ukrainian Civil Society Leaders Appeal to the World
- Manifesto: Russian Socialists and Communists against the War—BALLAST
- A Letter to the Western Left from Kyiv—OpenDemocracy
- Rusia y Ucrania: Resistencia de abajo a la invasión de Putin—CrimethInc.
- Anarquistas ruses sobre la invasión de Ucrania—CrimethInc.
- Contra las anexiones y la agresión imperial—CrimethInc.
- Lxs anarquistas y la guerra—CrimethInc.
- La primavera se acerca: Sal a las calles contra la guerra—CrimethInc.
Para profundizar las cuestiones del imperialismo y el internacionalismo
- Against Russian Imperialism, for an Internationalist Leap, Mediapart
- Their Anti-Imperialism and Ours—Gilbert Achcar
- A Memorandum on the Radical Anti-Imperialist Position Regarding the War in Ukraine—Gilbert Achcar
- There Will Be No Scenery after the Battle—The Zapatista Sixth Commission
Perspectivas sirias
- The “Anti-Imperialism” of Idiots—Leila Al Shami
- Safe—On the Edge of Syria
- Why Ukraine Is a Syrian Cause—Yassin al-Haj Saleh
- ]أوكرانيا بعيون سوريّة[(https://www.aljumhuriya.net/ar/content/أوكرانيا-بعيون-سوريّة)
-
This Twittter thread by Joey Ayoub compiles a great deal of material connecting the Syrian and Ukrainian contexts.
https://twitter.com/Ahmad_Baqari/status/1497480750547062786
https://twitter.com/SyriaCivilDef/status/1499160006264033282
Sobre el papel de la OTAN y de Occidente
Apéndice: Sobre la Bandera de la Revolución Siria
Si bien es cierto que la bandera asociada a la Revolución Siria también la portan milicias que traicionaron a la revolución tras aliarse con el gobierno turco durante su ocupación del norte de Siria y otros territorios, para las personas autoras de este texto, este símbolo —visto en las fotografías de Kafranbel— todavía representa el levantamiento de 2011. Era la bandera de Siria cuando ésta declaró su independencia respecto a Francia. Por el contrario, la actual bandera “oficial” (con dos estrellas) simboliza el dominio del partido Ba’ath y una nueva colonización de Siria por parte de la familia el Asad.